La Discriminación

La Discriminación

El mal de todos los males no proviene desde fuera de nuestras fronteras, como dueños de casa, es nuestra obligación poner orden en como nosotros nos comportamos, como establecemos nuestras leyes y las hacemos competentes a los tiempos que corren, y entender que todos tenemos derecho a vivir en nuestro planeta y que nuestra historia está hecha de paseantes que buscaban un futuro feliz por mar, tierra y aire, y que las fronteras no son más que rayas en un mapa.

Publicado: 13/02/2017

Para un país que es étnicamente mestizo y en donde nuestra cultura y raza nativa es tratada como terrorista en el sur del país, resulta un poco escalofriante conocer casos de discriminación odiosa al mejor estilo de los videos provenientes desde Europa y Estados Unidos, en donde la humillación es parte del día a día para latinos, negros, árabes o cualquier otro que no encaje en el concepto de “puro”.
Los mismos que defienden el concepto de globalización económica se espantan cuando el intercambio de divisas y la venta de nuestras materias primas para conseguir desde las potencias productos manufacturados, se convierte también en un intercambio cultural y de personas. Y es ilógico cualquier argumento de aquellos los discriminadores, quienes tampoco tienen claro de dónde vienen ni de donde son. Quizá sea por eso que nunca han sido capaces de entrar en un debate, y siempre recaen en el grito odioso de imponerse al otro por la fuerza frente a la razón (como hasta hace unos años ocurría acá).
La discriminación es peligrosa ya que nunca se sabe en qué parte del juego estaremos. Un día somos odiosos apuntadores de índices, mientras que al cruzar cualquier frontera, podremos ser humillados y vencidos bajo cualquier razón de color, ideológica, religiosa o atea. Y eso debemos tenerlo claro, en la vida y en el mundo las situaciones son circunstanciales y absolutamente relativas, no siempre seremos del bando vencedor.
El daño al país no lo hacen los que vienen, ya que la sanidad de una sociedad debe provenir desde el corazón de las personas, de las cosas que los unen más que las cosas que los separan, y entendiendo a Chile como un país que tiene un camino largo para solucionar sus problemas internos, de nada servirá que a estas alturas nos pongamos chovinistas e irracionales pensando en que la tierra que pisa un extranjero no les pertenece. A los chilenos tampoco les pertenece el agua, las montañas perforadas por las mineras, ni el transito expedito por los caminos que la cruzan y peor aún, el chileno discriminador no se da cuenta o hace nada por defender lo poco que le queda, entonces ¿de qué se vanagloria? ¿Con que argumentos discrimina defendiendo un sentimiento que nunca aparece en la práctica? ¿Qué entiende como país y la situación país de todos sus compatriotas? Si cuando debiese conocer a los suyos, toma sus equipajes y su cámara de fotos para mostrar las bondades del caribe y sus atardeceres (como si en nuestras playas no se apagase el sol a diario).
Es lógico entender que las costumbres de los llegados se pueden topar con las nuestras, que además pueden llegar personas de comportamiento no deseado y que puede haber sobre población en algunos sectores, pero es un problema que nosotros debiésemos solucionar exigiendo a nuestros gobernantes leyes acordes a la realidad país estableciendo reglamentos que permitan la convivencia de las personas. Pero también debemos regularnos y analizarnos cuando inescrupulosos hacinan personas arrendando piezas y cobrando precios de vergüenza para que otros puedan venir a trabajar y salir adelante buscando oportunidades en este país, cuando les cobramos por contratos y les pagamos miserias bajo la legalidad, cuando les tratamos como esclavos y no regulamos a esos trabajadores a nuestras normas y nos aprovechamos de sus necesidades de empleo.
No podemos pedir a los de afuera cuando dentro olvidamos el respeto por nosotros mismos, cuando dejamos que destruyan nuestra historia a punta de rayados, destrozos o peor aún, a punta del olvido. Cuando olvidamos nuestros ídolos y les bajamos el pelo a sus logros, al parecer en nuestro país vale más una “Copa América” que dos Premios Nobel.
El mal de todos los males no proviene desde fuera de nuestras fronteras, como dueños de casa, es nuestra obligación poner orden en como nosotros nos comportamos, como establecemos nuestras leyes y las hacemos competentes a los tiempos que corren, y entender que todos tenemos derecho a vivir en nuestro planeta y que nuestra historia está hecha de paseantes que buscaban un futuro feliz por mar, tierra y aire, y que las fronteras no son más que rayas en un mapa.